El mundo se divide entre las personas que llevan una vida convencional y Estefanía. No es de extrañar que te responda un WhatsApp con una canción, que cuente las horas con compases musicales o que en su corazón se marque un ritmo de bossanova al latir. En el mundo de la Estefanía todo es posible.

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Lleva “veintiún vueltas al sol”, como suele decir ella, y un largo recorrido musical autodidacta que va desde la melódica hasta el contrabajo, pasando por la armónica y el didyeridú. Como nos explicó en uno de los días de rodaje, “la clave de la vida está en comprender que cada uno tiene un camino y en saberlo encontrar: yo ya lo he encontrado, sé que es la música, y ahora simplemente estoy fluyendo en ella ”.

 

Podríamos definir su modus vivendi como “más vale pedir perdón que permiso”, una afirmación algo atrevida que le ha llevado a tomar decisiones esenciales como dejar los dos grados que había empezado (Estudios de Inglés y Catalán en la UAB y Estudios Literarios en la UB) para dedicarse exclusivamente a la música. Para la Estefanía, la muerte no es una derrota sino un nuevo principio, como una moneda, en la que una cara no podría existir sin la otra. Aunque no pueda dedicarse a la música, ella ya se siente triunfante por el simple hecho de estar caminando en la dirección correcta por ese camino.​

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Se puede ver el documental publicado en el Diario de Barcelona.